Tarta De Almendras Con Amor by Angela Vallvey

Tarta De Almendras Con Amor by Angela Vallvey

autor:Angela Vallvey [Vallvey, Angela]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788491290988
editor: LIBRANDA RANDOM
publicado: 2017-01-04T23:00:00+00:00


DIETARIO DE FIONA:

Garbanzos: deben ponerse en remojo unas diez horas antes de cocerlos.

Amor verdadero: debe sentirse durante años. Luego, una ya está preparada para llevarse una auténtica decepción. Y prepararse a sobrevivir.

Los tres nos quedamos mirándolo hasta que él bordea la esquina y desaparece por una calle cercana.

—Vaya —dice Carmen, con una voz extrañamente aplanada—, no solo tiene novia, sino que además es el novio imaginario de una que yo conozco. Vaya, vaya… La vida es muy injusta y muy dura. La vida es una zorra. Un cacho zorra. A veces.

Cuando Alberto se pierde detrás de la esquina, yo me quedo con la mirada perdida en el aire que él acaba de atravesar.

Alberto, Alberto…

Susurro como una posesa, para mí.

Su nombre se abre paso en mi cerebro. Como una antorcha que atravesara las circunvalaciones de mi cabeza buscando la luz al final del túnel.

¡¡¡¡Alberto!!!

Me quedo tan embobada que mis amigos me miran como si estuviera loca. Bueno, eso lo hacen todos los días.

Alberto, mi Alberto…

Porque el amor de mi vida no es solo el hombre de la sección de congelados del súper, sino sobre todo aquel niño que yo miraba con ojos de adoración en el colegio.

Sigue teniendo el mismo pelo. Los mismos ojos intensos y llenos de brillos apasionados de superhéroe de patio escolar. La misma sonrisa de medio lado, como si hubiese sido capaz de ver tu alma con solo mirarte y perdonase todas tus debilidades, como si las comprendiera, como si nadie en el mundo fuese capaz de guardar un secreto mejor que él.

Tengo los ojos a punto de salírseme de las órbitas para dar un paseo espacial.

—Alberto, Alberto Scanlon.

—Alberto, Alberto… Es guapísimo, eso seguro.

—Sí, aquel niño. El que siempre nos sacaba de problemas cuando estábamos en el colegio. El que nos defendía cuando Lylla y sus amigotas nos atacaban —le susurro al oído a Carmen, mientras Max está distraído buscando no sé qué en Google.

—Claro, es un chico inolvidable, sobre todo porque tú me lo has recordado muchas veces durante este tiempo. ¡Alberto, Alberto! Pero hace ya mil años de aquello.

—Sí. ¿No te acuerdas? Cuando sus padres lo enviaron a estudiar fuera yo estuve lloriqueando por él durante semanas.

Carmen se encoge de hombros. Afortunadamente ya no queda ni rastro de aquellas grandes ojeras que tenía cuando era niña. Y que se debían a una enfermedad que consiguió superar con el tiempo. Una de esas enfermedades raras. Lo mismo que mi padre. Pero ella tuvo suerte de dejarla atrás con la infancia. Estaba en su cuerpo, no en su mente, como la de papá.

—Madre mía, «¡Alberto por aquí, Alberto por allá!» —se queja Max—, parecéis dos gallinas digitales en un videojuego. No os oía cacarear tanto desde que os enseñé las rebajas de la tienda online para batallas de Airsoft. ¡Parecéis dos elfas casaderas en una tienda de arcos de ocasión!

—Qué machista suenas, tío, cualquiera lo diría viéndote. Se lo voy a chivar a tu mamá.

—Noto en tu voz un ligero regusto a rencor, quizás a envidia, quizás



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